jueves, 15 de noviembre de 2012

Nahual por Moonchild


Autora: Moonchild
Fic: Nahual
Categoria: slash
Género: drama, romance, fantasía
Rating: T
Pairing: Bill/Tom
Advertencias: fem!, twincest, furry, hetero, GxG
Capítulos: 1
Finalizado: Sí
Resumen: Sólo buscaba esa oportunidad que siempre se empeñaban en quitarle. Porque estaba maldito, pero incluso los condenados tenían derecho a aspirar a las restricciones si era la única forma de llegar a la felicidad.


Tenía la cabeza pequeña; en general su cuerpo era diminuto, pero era curioso para él cómo la cabeza lucía aún más pequeña debido a la gran mata de pelo que sobresalía por encima de sus ojos, un poco más oscura que el resto del pelo de su cuerpo. Era todo de un tono rubio opaco, excepto esa mata en la parte de arriba de la cabeza; una mata pequeña pero demasiado evidente, por eso había reparado en él, además de que, para ser un roedor se movía con una lentitud casi insultante.
Estaba parado justo frente a él, en el piso, frente a la televisión, mirando a todas partes sin denotar siquiera un poco del nerviosismo característico de los roedores; caminaba despacio en sus cuatro patitas y olfateaba aquí y allá por momentos, como buscando por algo con un descaro increíble; un descaro enorme para ser un animal tan pequeño. Realmente pequeño. Calculaba que no debía medir más de quince centímetros.
Tom saltó de la silla y se acercó al roedor que le había distraído de la caricatura que veía en aquel momento; se acomodó la ropa, se echó las rastas con las que había estado jugando hacía atrás y se inclinó cautelosamente hasta llegar a la altura del animal que no parecía haberse percatado de su presencia, o bien como si no le importara.
—Vamos, hombre; eres una rata en la sala, a mamá no le va a gustar nada si te ve paseando cerca de su comedor. O te decides a irte o tendré que sacarte yo y preferiría no tener que tocarte, aunque no parece que tengas rabia o algo… —Tom tenía once años y, aunque sabía que el roedor no lo estaba comprendiendo eso no le impedía intentar razonar con él. Quien sabe, quizá y lo escuchaba.
Y con aquello en mente el animal se giró y lo encaró, mirándole fijamente como si hubiera entendido que le estaba hablando a él. Su enorme cola serpenteó en un movimiento rápido y antes de que pudiera predecir el siguiente movimiento, se arrojó sobre Tom en un salto decidido y se enganchó a su playera.


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